Era un elemento de mí sistema de pensamiento, una intuición especifica, un concepto que se une a la percepción y con ella la viveza de sentir como en aquella mañana plomiza como el ronco asfalto el técnico enviado por la inspección se ajustaba al celaje de la puerta para captar con sus configuraciones personales y “las dichas” que era el tan traído y criticado “sillón cero” del aula. Y nada más sencillo en su esencia por la que la profundización del conocimiento era que empíricamente “el cero” tan denostado, ahora alabado por el gobierno, coincidía en ser un punto humano en donde al entrar por su aro empezaba a conocer todo el entorno, cíclico si pero lleno de sorpresas y la mía es como antaño lo de siempre, ver como de solo se queda cuando a partir de él, su vació se aprende a aprender y a saber que hay un todo que nos vincula dentro de esta filosofía del sentimiento como es la de saberse sentidos, queridos y perdidos dentro del centro como una metafísica de la voluntad que desde muy niños ya aprendemos no a despreciar, sino simplemente a respetar.
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sábado, 21 de febrero de 2009
EL SILLÓN CERO, DESCANSE EN PAZ…
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