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martes, 24 de febrero de 2009

EDUARDO GONZÁLEZ MENÉNDEZ PREMIO SEVERO OCHOA AULA DE PAZ



EDUARDO GONZÁLEZ MENÉNDEZ

Doctor en Medicina, Cardiólogo y Neumólogo.

Premio Extraordinario de Ingreso en la Universidad de Santiago de Compostela.

Premio Extraordinario de la Licenciatura en Medicina, Universidad de Santiago de

Compostela.

Perteneciente al Cuerpo de Directores del Patronato Nacional Antituberculoso.

Director durante 15 años del Hospital "Monte Naranco" de Enfermedades del Tórax de

Oviedo.

Catedrático Contratado de Patología General y Propedéutica Clínica en la Universidad

de Oviedo.

Autor de más de 150 publicaciones y artículos sobre su especialidad en Revistas

españolas y extranjeras.

BECAS

Ampliación de estudios como becario del Gobierno Francés en los Hospitales de París.

Pensionado en los EE.UU. de Norteamérica (1960).

Visitante en los Hospitales de Bangkok, HongKong, Tokio, Kioto, San Francisco de

California, Los Angeles, Santa Bárbara y Centros Hospitalarios de Alemania Occidental

y Oriental.

PREMIOS

Condecorado con la Orden Civil de Sanidad (Encomienda con Placa).

Condecorado con la Orden de Cisneros.

Caballero de la Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén.

Colegiado de Honor del Ilustre Colegio Oficial de Médicos de Asturias.

Colegiado de Honor del Ilustre Colegio Oficial de Médicos de León.

Premio "Severo Ochoa" del “Aula de Paz Camín” de Mieres (Asturias).

RELACION CON SOCIEDADES CIENTIFICAS

Miembro del Real Instituto de Estudios Asturianos.

Patrono de la Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias.

Presidente del Ilustre Colegio Oficial de Médicos de Asturias.

Miembro numerario de la "Asociación Española de Médicos Escritores"

Miembro Fundador de la Sociedad Española de Cardiología.

Miembro Fundador de la Sociedad Española de Patología Respiratoria.

Miembro Fundador de la Sociedad de Historia de la Medicina.

Miembro de Honor de la Academia Médico-Quirúrgica de Asturias.







El doctor en Medicina Eduardo González Menéndez, prestigioso cardiólogo y neumólogo, también periodista en su juventud, nació en Gijón (Asturias) el 5 de agosto de 1922.


Tras acabar Bachillerato a los 14 años, inició la carrera médica, siendo premio extraordinario de ingreso en la Universidad de Santiago de Compostela. Licenciado como médico por esta universidad gallega también con premio extraordinario y 21 años de edad, fue número uno de alumnos internos de la Facultad de Medicina de esta ciudad, especializándose en cardiología y neumología.


Número uno en las oposiciones a directores del Patronato Nacional Antituberculoso, desempeñó puestos de responsabilidad en la dirección de la sanidad pública, entre ellos el de director del Hospital Nacional «Monte Naranco» de Enfermedades del Tórax (Oviedo) durante 15 años. Desde 1946 desarrolló su profesión en Oviedo, habiendo sido catedrático contratado de Patología General y Propedéutica Clinica en su Facultad de Medicina.


En su formación médica figura una estancia becada en Estados Unidos, con otros dos galenos españoles, en los años 60, conociendo el trabajo en más de diez hospitales de allí, experiencia que plasmó en el opúsculo titulado Lo que vi y lo que no vi, de gran interés aún por la denuncia que hizo de la injusticia, la frialdad y la dureza de la medicina estadounidense, en contraste con la europea. También tuvo beca de ampliación de estudios como becario del Gobierno francés en los hospitales de París, y fue visitante en los hospitales de Bangkok, Hong-Kong, Tokio, Kioto, San Francisco de California, Los Ángeles, Santa Bárbara y centros hospitalarios de Alemania Occidental y Oriental.


Miembro del Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA), patrono de la Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias, numerario de la Asociación Española de Médicos Escritores, miembro fundador de la Sociedad Española de Cardiología, miembro fundador de la Sociedad Española de Patología Respiratoria, miembro fundador de la Sociedad de Historia de la Medicina, miembro de honor de la Academia Médico-Quirúrgica de Asturias, presidente del Colegio de Médicos de Asturias entre 1963 y 1976 y presidente de la Real Academia de Medicina de Asturias y León durante unos 25 años, el doctor González Menéndez ha publicado numerosos trabajos médicos y también literarios (artículos, la novela costumbrista De Santiago se sale llorando..., entre otros).


Durante su juventud tuvo oportunidad de ejercer su otra gran vocación, el periodismo. Su primer artículo fue publicado en el diario local de Gijón a los 11 años; luego llegaría a ser corresponsal de La Vanguardia y redactor de plantilla en El Correo Gallego. Sin embargo, llegó un momento en que tuvo que decidir y optó por dedicarse plenamente a la medicina.


González Menéndez ha recibido un buen número de distinciones: la Cruz de la Orden de Cisneros, la Medalla de Oro de la Organización Médica Colegial, la Encomienda con Placa de la Orden de Civil de Sanidad, el nombramiento como Caballero de la Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén, Colegiado de Honor del Ilustre Colegio Oficial de Médicos de Asturias, Colegiado del Ilustre Colegio Oficial de Médicos de León, premio Severo Ochoa del Aula de Paz “Camín de Mieres” (Asturias), premio del diario La Voz de Asturias a la Trayectoria Profesional y Personal (2006)... El Ayuntamiento de Oviedo dio su nombre a una calle de la ciudad, en la que había fijado su residencia, siendo inaugurada por él el 3 de junio de 1999.


Casado con la gallega Cuca Fernández Vilas, a la que había conocido durante sus años de estudiante en Santiago de Compostela, el matrimonio tuvo 11 hijos: Mora, Boró, Eduardo, Ignacio, Fátima, Begoña, Javier, Lala, Carlos, Jaime y Fernando González Fernández.


Este gran médico humanista asturiano falleció el 14 de octubre de 2007, a los 85 años de edad, en Santiago de Compostela, adonde se había desplazado para pasar unos días de descanso.


Un aneurisma cerebral pudo con la contagiosa vitalidad del médico gijonés Eduardo González Menéndez, presidente de honor de la Real Academia de Medicina del Principado de Asturias, que falleció ayer, a los 84 años de edad, cuando se encontraba en la localidad de Portosín, en Galicia, disfrutando de unos días de descanso con una de sus hijas. La muerte le sobrevino de forma repentina y pese a que fue trasladado al Hospital Universitario de Santiago de Compostela, el mismo que seis décadas atrás le había acogido como estudiante de Medicina, los esfuerzos médicos resultaron infructuosos.



Eduardo González Menéndez era toda una institución médica en Asturias. No en vano goza de una calle en Oviedo -en la zona de El Cristo, junto al Hospital Central- y es uno de los pocos facultativos del Principado que ostenta la Orden Civil de Sanidad. Miembro del Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA) y de la Fundación Foro Jovellanos, de Gijón, dirigió durante más de 14 años, en la década de los setenta, el Colegio de Médicos de Asturias. Otra de sus facetas más conocidas fue la de presidente de la Real Academia de Medicina del Principado de Asturias, cargo que dejó por problemas de salud en noviembre de 2006 tras 27 años de intensa labor.



Quienes le conocen aseguran que era habitual verlo «con cara de preocupación cuando un diagnóstico se le resistía» o cuando «veía que uno de sus enfermos no tenía buena cara». Eduardo González «vivía sus pacientes», recuerda su sucesor en la Academia y amigo personal Manuel Álvarez-Uría. Pese a residir en Oviedo, al doctor González Menéndez le gustaba ejercer de 'playu'. «Solía decirnos: ¿cuidadín conmigo que soy de Gijón!», apuntan sus antiguos colegas.







Don Eduardo González Menéndez, es ya una de las páginas más gloriosas de la medicina asturiana. Su larga andadura constituye la más viva expresión del ciudadano que dedicó su existencia a proyectarse en los demás, en el cumplimiento del trabajo, en el cuidado de su familia, en la atención a los enfermos, en el más esmerado trato con los compañeros y en la desvelada preocupación porque instituciones tan nobles como el Colegio de Médicos y la Real Academia de Medicina, mantuvieran a lo largo de muchos años, el prestigio y el respeto que merecen.


La dilatada e intensa vida profesional de don Eduardo González Menéndez estuvo llena de acontecimientos biográficos, méritos académicos, docencia universitaria, trabajos publicados en revistas nacionales e internacionales, nombramientos y reconocimientos oficiales a su labor profesional y social. Un currículum inabarcable, extensa compilación testifical de lo que constituyeron sus trabajos y los reconocimientos cívicos que ha tenido.


La historia de don Eduardo fue rica, enormemente expresiva y armónica en el fluir de cada una de sus etapas. Todavía en la infancia creyó sentir la vocación por la medicina, prematura experiencia que él mismo constató en sus memorias o con ocasión de alguna entrevista. Estudió el bachillerato en el Instituto Jovellanos de Gijón, y al llegar a la edad de los estudios universitarios, su padre decidió el traslado de toda la familia a Santiago de Compostela. El ambiente compostelano se caracterizaba entonces por la riqueza cultural, y en él encontró el joven Eduardo un gran estímulo, que pronto hubo de manifestarse en las magníficas calificaciones universitarias, así como en su participación constante en los movimientos culturales y en la prensa diaria.


Sus artículos de opinión en la prensa, un libro suyo publicado por aquellas fechas en Buenos Aires, hicieron de su persona un reconocido periodista, todo ello como complemento de su trabajo diario en la facultad, en el Servicio de Patología Médica de don Pedro Pena, uno de los discípulos predilectos del gran maestro Roberto Novoa Santos.


Si su labor como médico fue importante, la dimensión humana de su personalidad fue excepcional.


Tuve la oportunidad y la fortuna de poder colaborar en la Junta Directiva del Colegio de Médicos de la que don Eduardo fue presidente durante trece años. Nos mostró a todos su capacidad dialogante, su generosidad, su hombría de bien. Sabía siempre encontrar la solución justa en los momentos cruciales y difíciles. Una palabra suya, una mirada, una sonrisa, eran más que suficientes para desvanecer tensiones y malentendidos.


Compartir su tiempo constituía siempre una experiencia aleccionadora: con él iba la sabiduría médica, las anécdotas imborrables, su original visión de los personajes que él conoció cercanamente se traducían en un relato que suponía una puerta abierta a la historia reciente.


Hace un año me permitió escribir un breve prólogo en su libro Testigo de mi tiempo . En dicho escrito quise dejar patente mi admiración hacia su persona, en todos los ámbitos, como maestro, como compañero, como escritor, como ciudadano.


Don Eduardo González Menéndez, patriarca que hizo posible el Colegio de Médicos de Asturias, que mantuvo la Real Academia de Medicina de Asturias y León contra viento y marea. Patriarca rodeado de sus hijos, larga y unida familia; esposo, padre, abuelo, médico y señor; orador de palabra sonora y entusiasta, periodista brillante, escritor culto y romántico.


Don Eduardo poseía la sabiduría del hombre estudioso que siempre fue, y la experiencia de los años. Su mayor riqueza eran sus hijos y sus nietos, y tenía esta gran familia que somos los médicos que tanto le queríamos, y además el respeto y la admiración de la sociedad entera. En sus ratos, en los que la ausencia de sus seres queridos le invadía el corazón, se postraba de rodillas y rezaba. Quizá fue éste el nudo que sujetó el campo de fuerzas de su vida. Porque vocación y fe han sido dos soportes constantes a lo largo de sus años.


Este hombre, un médico ilustre, cuya sabiduría trascendía las enseñanzas de los libros, había llegado a ese estado en el que la experiencia queda reflejada en aquellas bellas estrofas del siglo XVI, con las que concluye la epístola moral a Fabio: Ya, dulce amigo, huyo y me retiro / de cuanto simple amé; rompí los lazos. / Ven y verás el alto fin que aspiro / antes que el tiempo muera en nuestros brazos .

2 comentarios:

  1. MAESTRO, lo que se dice MAESTRO (así con mayúsculas) es algo, un DON de la vida con el cual nacemos, con el cual nos vamos y con el que también volvemos... Ese DON permite FORMAR a otros esencialmente educándolos en el pensamiento... ENSEÑAR conduce a la GRACIA de ofrecer el conocimiento contribuyendo a razonar el MÉTODO y sus PROCESOS. Hoy la docencia está depreciada porque la sociedad humana ha visto como se tergiversan los valores y se los cambian por anti-valores inducidos. Cuando el hombre "niega" a sus maestros pierde el sentido último de la ética y al carecer de ésta desconoce la importancia de la FILOSOFÍA de las CIENCIAS... y curiosamente sin FILOSOFÍA no hay ni CIENCIAS ni ÉTICA... humilde homenaje a Eduardo González Menéndez y a tantos como él, que no omitieron lo antedicho, nunca. Un abrazo andino. Víctor

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  2. Hola cuando puedas pasa por mi blog que tienes unos premios
    un beso de Luna

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