Georg Friedrich Händel (Halle, 23 de febrero de 1685 – Londres, 14 de abril de 1759) fue un compositor de origen alemán, posteriormente nacionalizado inglés, considerado una de las cumbres del Barroco y uno de los mejores y más influyentes compositores de la música occidental. En la historia de la música, es el primer compositor moderno en haber adaptado y enfocado su música para satisfacer los gustos y necesidades del público, en vez de los de la nobleza y de los mecenas, como era habitual.
Considerado el sucesor y continuador de Henry Purcell, marcó toda una era en la música inglesa siendo el compositor más importante entre Purcell y Elgar en Inglaterra. Es el primer gran maestro de la música basada en la técnica de la homofonía y el más grande dentro del ámbito de los géneros de la ópera seria italiana y el oratorio.
Entre sus numerosas óperas y oratorios, cabe mencionar: Rinaldo (1711), Amadigi di Gaula (1715), Julio César (1724), Tamerlano (1724), Rodelinda (1725), Acis y Galatea (1731), Esther (1732), Atalía (1733), Orlando (1733), Deborah (1733), Ariodante (1735), Alcina (1735), El festín de Alejandro (1736), Saúl (1739), Israel en Egipto (1739), Il Allegro, il penseroso e il moderato (1740), El Mesías (1741), Samson (1743), Sémele (1744), Hércules (1745), Baltasar (1745), Judas Macabeo (1746), Salomón (1748), Susana (1749), Teodora (1750) y Jephte (1751), que son obras maestras de referencia obligada dentro del género.
Su inmenso legado musical, síntesis de los estilos alemán, italiano, francés e inglés de la primera mitad del siglo XVIII, incluye obras en prácticamente todos los géneros de su época, donde 43 óperas, 26 oratorios y un legado coral son lo más sobresaliente e importante de su producción musical.
Nació en la ciudad de Halle, ubicada en el centro este de la actual Alemania. Su padre era barbero y cirujano de prestigio y había decidido que su hijo sería abogado, pero cuando observó el interés de Händel por la música, la cual estudiaba y practicaba en secreto, cambió de idea y se mostró dispuesto a pagarle los estudios de música. De esta forma, Händel se convirtió en alumno del principal organista de Halle, Friedrich Wilhelm Zachau. A la edad de 17 años lo nombraron organista de la catedral calvinista de Halle.
Al cabo de un año, Händel viajó a Hamburgo, donde fue admitido como intérprete del violín y del clave en la orquesta de la ópera. Al poco tiempo, en 1705, se estrenó en ese mismo lugar su obra Almira y poco después Nero. Al año siguiente, aceptó una invitación para viajar a Italia, donde pasó más de tres años. En Italia, se representaron obras suyas en Florencia, Roma, Nápoles y Venecia, y al mismo tiempo Händel escribió música nueva, inspirado por la música de aquel país. Sobre todo, estudió y perfeccionó la forma de combinar su música con textos en italiano. Gracias a la alta calidad de sus interpretaciones, conoció a importantes músicos y compositores italianos de la época, como Scarlatti, Corelli y Marcello.
En 1710, Händel regresa de Italia y se convierte en el director de orquesta de la corte de Hanóver. Un año más tarde se estrena su obra Rinaldo en Londres con un considerable éxito. En vista de ello, en 1712 Händel decide establecerse en Inglaterra. Allí recibe el encargo de crear un teatro real de la ópera, que sería conocido también como Royal Academy of Music. Händel escribió 14 óperas para esa institución entre 1720 y 1728, que lo hicieron famoso en toda Europa.
El 11 de junio de 1727 moría de apoplejía Jorge I, pero antes de morir había firmado el Acta de Naturalización de Händel. Nuestro compositor era ya súbdito británico. Fue el momento de cambiar su nombre a "George Frideric Haendel". A Jorge I le sucedió Jorge II y para su Coronación se encargó la música a Händel. Así nacieron los himnos "Zadok the Priest", "My Heart is Inditing", "Let Thy Hand be Strengthened" y "The King shall Rejoice", las dimensiones de la orquesta y músicos requeridos eran extraordinarias (se pudo leer en un periódico "habrá 40 voces, y unos 160 violines, trompetas, oboes, timbales y bajos, proporcionalmente, además un órgano, que fue instalado detrás del altar").
A partir de 1740, Händel se dedicó a la composición de oratorios, entre ellos El Mesías, que en el siglo XIX se convertiría en la obra coral por excelencia. En 1751, Händel perdió la vista mientras componía el oratorio Jephta. Händel murió siendo venerado por todos; fue sepultado con los honores debidos en la Abadía de Westminster, panteón de los hombres más célebres de Inglaterra. A comienzos de abril de 1759 se sintió mal mientras dirigía su oratorio El Mesías. Terminado el concierto, se desmayó y fue llevado presurosamente a su casa, donde se le acostó; nunca más volvió a levantarse. Su último deseo fue morir el Viernes Santo y a punto estuvo de cumplirse: falleció el 14 de abril de 1759, Sábado Santo.
Con él desaparecía un gigante de la música, como pocos han existido en el ámbito de tan compleja y a la vez sublime actividad humana.
En sus primeros años, el duque de Sajonia-Weissenfels, después de escucharlo recomendó a su padre que desarrollara las facultades musicales que poseía, fue así como empezó a recibir clases con Friedrich Wilhelm Zachow, organista de la Marienkirche abierto de pensamiento, que lo inició en el conocimiento no solo del órgano, sino también del clave, el violín y el oboe, también le enseñó las bases de contrapunto, la fuga y la instrumentación. Fue a su lado donde Haendel descubre una serie de técnicas y métodos que repetiría de manera constante en las obras de madurez como las Arias alemanas que fueron compuestas en su niñez.
Ya a la edad de 11 años, conoce de cerca la corte de Federico III, y fue tanto el aplauso y la admiración que causó su dominio del teclado, que el mismo rey le ruega a su padre que le dejara bajo su protección para proporcionarle una formación adecuada. A pesar de esta oferta regresó a Halle a continuar su formación humanística y por supuesto la musical.
Sin embargo, esta vida rutinaria de estudio y práctica de la música no llenaba sus ansias musicales por más que en ocasiones empezara a sustituir a Zachow en el órgano de la iglesia y que, en 1702, obtuviera un contrato como organista de la catedral de Halle. Se cree que fue esta época cuando conoció a Georg Philipp Telemann (1681 - 1767), con el que le unió una amistad duradera. Finalmente, en 1703, no pudieron soportar el ahogo de la rutina de maestro de capilla y terminados sus estudios en la universidad, se trasladó a Hamburgo. A sus 18 años, Haendel poseía un dominio suficiente de casi todos los aspectos de la música, pero se sentía enormemente atraído por el género rey. El lugar más idóneo para satisfacer sus deseos era Hamburgo, que fue la primera ciudad alemana en contar con un teatro de ópera, fundado en 1678. La nueva forma teatral barroca, nacida a principios de siglo en Florencia, no había fructificado antes en el centro de Europa a causa de la guerra de los Treinta Años que había sumido a Alemania en una gran miseria cultural. Hamburgo fue, por lo que respecta a la ópera alemana barroca, lo que Venecia a la italiana.
En esta ciudad entabló una fructífera amistad con Johann Matasen (1691 - 1764), teórico e historiador de música que se convirtió en profesor, introductor en los círculos culturales y a la vez alumno de Haendel. Esta amistad juvenil hecha de confidencias y de necesidades llevó a ambos amigos a Lübeck, en la que el anciano Dietrich Buxtehude (h. 1673 - 1707) iba a dejar su supuesto de organizar en la Marienkirche a quien lo mereciera y aceptara a la vez casarse con su ya no joven hija. Con estas condiciones ambos amigos rechazaron el cargo.
A la vuelta, Matheson proporcionó alumnos a Haendel para que pudiera mantenerse y lo hizo ingresar en la orquesta de la Ópera hamburguesa, circunstancia que le permitió, de modo excepcional, conocer a fondo el nuevo género, que se nutría principalmente de obras italianas y francesas. Este conocimiento tan de primera mano de la ópera tocó hasta tal punto la fibra musical del joven Haendel, que desde entonces la mayor actividad de su vida se desplegó en esta dirección.
Reinhard Keiser (1674 - 1739, por entonces director de la Ópera de Hamburgo, no supo aceptar el éxito haendeliano de la Pasión según San Juan (1704), que fue recibida con menos críticas que la suya, y de la primera ópera, Almira, estrenada el 8 de enero de 1705; tanto en una como en otra Haendel dio muestras de su gran capacidad para reunir diversos elementos, como son las arias italianas, las referencias a la cantata alemana y alguno de los motivos del propio Keiser, en un conjunto muy homogéneo.
Poco después el público, que no supo comprender la transparencia orquestal de la que Haendel empezaba a hacer gala, rechazó su segunda ópera, Nero (1705), y éste, como buen perdedor, se retiró a la espera de ocasiones mejores, componiendo entre tanto algunas Sonatas, algunos de los conciertos para oboe y parte del Klavierbuch aus der Jungenzeit, libro para iniciarse en los instrumentos de teclado.
La quiebra de Keiser como empresario al frente de la Ópera hamburguesa fue la causa decisiva de que aceptara la invitación de Gastón de Médicis, hermano del gran duque de Toscana, para viajar con él a Italia. Las especulaciones sobre qué habría sido de la ópera alemana barroca si el éxito hubiese sonreído a Haendel son vanas; el compositor llevaba en su seno un potencial que fue abonado en Italia y desarrollado en las duras batallas londinenses. La realidad es que con la partida de Haendel en 1706 se certifica la defunción del género en del genero en Alemania hasta la aparición de Gluck, Mozart y Hadn, en la segunda mitad del siglo. Haendel marchó a Italia, ilusionado por las noticias que tenía de la vida musical florentina, pero sus ilusiones se vieron pronto defraudadas porque, aunque la corte mantenía a Alessandro Scarlatti (1660 - 1725 ) como compositor de óperas y oratorios, el ambiente general de indiferencia hacia la música era decepcionante. A principios de 1707 decidió trasladarse a Roma, donde tocó en San Juan de Letrán e hizo las primeras composiciones sobre los salmos Laudate pueri Domino, Nisi Dominus y dixit Dominus, que muestran influencias de su antiguo profesor en Halle, por una parte, y de las novedades que iba conociendo en sus viajes, por otra, ya que en los primeros meses de estancia en Italia se dedicó al estudio de los compositores italianos de moda, Benedettó Marcello (1686 - 1736), Giacomo Carissimi (1605 - 1674) o incluso los dos Gabrieli (Andrea, h. 1515-1586, y su sobrino Giovanni, 1557-1612).
La grandiosidad armónica y el sentido dramático que iban impregnado las obras del compositor alemán le permitieron entrar en los círculos musicales romanos. El cardenal Colonna le encargó algunas obras destinadas a la virgen y el cardenal Ottoboni, que se había rodeado de músicos de la talla de Domenico Scarlatti (1685-1757) o Antonio Caldara (h. 1670-1736), le recibió en sus veladas musicales de los miércoles, para las que compuso algunas obras. Pero, consciente de la necesidad de escribir obras de mayor envergadura y ante la imposibilidad de estrenar alguna ópera en Roma por falta de un local adecuado, se trasladó de nuevo a Florencia. Allí, en verano de 1708, estrenó Rodrigo, que fue acogida con éxito suficiente como para que Haendel creyera llegado el momento oportuno de lanzarse a la conquista de Venecia. Su estancia en la capital italiana de la ópera, a la que llegó lleno de esperanzas, no se plasmó en nada concreto cosa que conocer más a fondo la ópera de Alessandro Scarlatti y sus contemporáneos.
En Roma tenía puertas abiertas por su extraordinario éxito florentino y, con ayuda de Domenico Scarlatti, logró estrenar los oratorios. Las Resurreziones (1708) e II trionfo del Tempo e del Disinganno (1707), en sesión dirigida por Corelli. Su amistad con el hijo del gran Alessandro Scarlatti fue muy fructífera y les llevó a competir, de modo amistoso, por el predominio sobre el teclado; si bien Haendel hubo de reconocer la maestría de Domenico en el clave, el sajón superó al italiano en el órgano. También con ayuda del napolitano logró entrar en los círculos de la Academia Arcadia, una de las tantas instituciones fundadas con la finalidad de promover la cultura a su más alto nivel. Para los miembros de la Arcadia compuso un centenar de cantatas profanas de formato muy diverso, y que se distinguen por su gran calidad musical.
En mayo de 1708 partió a Nápoles con Scarlatti, donde permaneció hasta el mes de julio. Esta ciudad era, en German, la sede de la nueva escuela operística llamada a renovar el género a lo largo del siglo XVIII. Acogido con grandes honores, recibió el encargo de componer una cantata para la boda del duque de Alvito, Aci, Galantea e Polifemo (1708), y escribo además 7 arias francesas, una cantata española, No se enmendará jamás, repleta de elementos aprendidos en las tierras del sur, y y una ópera bufa, Agrippina, que no sería estrenada hasta el 26 de diciembre de 1709 en el teatro de San Juan Crisóstomo de Venecia y cuya apoteósico éxito le valió el reconocimiento internacional.
Cuando Haendel parecía decidido a quedarse en la ciudad de los canales para sacar el máximo provecho de su éxito, recibió la tentadora oferta de ocupar la plaza de maestro de capilla de la corte de Hannover. Abandonó, pues, Italia en 1710 y se dirigió a Hannover, para no volver hasta nueve años más tarde en busca de cantantes para sus óperas. La estancia en Italia, en la época en que el Barroco llegaba a las más altas cotas en el campo de la música para teatro y en el de la música de cámara, fue, como puede fácilmente intuirse, de gran importancia para el caro sassone. Como muy bien suele decirse, Haendel ya no pudo escribir como lo hacía antes de este viaje.
Con el gran sentido de la oportunidad que siempre le caracterizó, Haendel no firmó el contrato con el elector de Hannover sin antes introducir una cláusula que le permitía disponer de un permiso de 12 meses. A finales de 1710, es decir, pocos meses más tarde de la firma de la firma del contrato, Haendel marcó a Londres. LA corte londinense, falta de estímulos musicales autóctonos desde la muerte, quince años antes de Henrry Purcell y ante la generosidad de la pléyade de mecenas que iban surgiendo, se fue llenando de músicos que importaban las tradiciones italiana, germánica y francesa. En el campo de la ópera, contando sólo con una obra de la envergadura del Dido and Aeneas purcelliano, Londes era una sucursal de Italia, abierta plenamente a esta actividad teatral con el furor que suele caracterizar a los nuevos ricos.
Precedido de la fama que ya formaba parte de su personalidad y que había llegado incluso hasta oídos de la reina Ana, pocas semanas después de su llegada, en febrero de 1711, Haendel pudo estrenar la obra Rinaldo en el King's Theatre, que se basó en un texto inspirado en la Jerusalén liberada de Tasso y el Orlando el furioso de Ariosto. El éxito de la representación permitió al compositor reincorporarse a su cargo de Kapellmeister en Hannover, con la seguridad de haber conquistado el aprecio de la ciudad que pronto sería la suya para el resto de sus días.
En Hannover, cumpliendo con los deberes de su oficio, escribió algunas sonatas dedicadas la esposa del elector. Pero ante la imposibilidad de representar su Rinaldo a causa de la inactividad del teatro local, y debido a la atracción cada día más fuerte que sentía por Londres en 1712 pidió de nuevo licencia para trasladarse a la capital británica, donde se instaló definitivamente. Allí, a finales de 1712, estrenó II pastor fido y Teseo, pero su escaso éxito, que no permitió pasar de unas pocas representaciones, inclinó al compositor a retirarse discretamente de escena para estudiar la situación y abrirse camino por otros senderos.
Hábil político, supo ganarse el favor de la reina Ana compuso una oda para conmemorar su aniversario quien consiguió que se encargara a Haendel, a pesar de ser extranjero, una obra para conmemorar la paz de Utrecht con la que finalizaba la guerra de Sucesión de la corona española que había enfrentado desde los primeros años del siglo a franceses y españoles contra austríacos, ingleses, prusianos y portugueses.
El Te Deum "Utrech" y el y el Jubilate "Utrecht", cantados el 7 de julio de 1713 en la catedral de San Pablo, fueron el primer gran éxito cortesano que confirmó la categoría del Haendel como compositor, que ya sabía sacar un buen partido de los grandes acordes y los silencios, los cuales, sumados a los ritmos saltarines, daban a su obra una majestad muy oportuna para conmemorar la ocasión. Su privilegiada posición se vio, sin embargo, seriamente comprometida con la muerte súbita de la reina en 1714 y con la coronación de Georg-Ludwig de Hannover, con el nombre de Jorge I, como nuevo rey. Haendel se vio ante la triste situación de tener que buscar el apoyo de su antiguo soberano, al que años antes había dejado plantado. No era extraño que el monarca buscase congraciarse con sus nuevos súbditos y que para ello aprovechase el prestigio internacional de que gozaba Haendel; es más, incluso lo llevó consigo en el viaje que efectuó a Hannover en 1716, viaje que permitió a Haendel componer una Pasión, conocida como Pasión Brockes, por ser éste el autor del texto que serviría más adelante para Keiser, Telemann y Johann Sebastián Bach.
De nuevo en Londres, Haendel compuso una de sus obras instrumentales de más prestigio, la Música acuática, estrenada en julio de 1717. Hasta entonces, alojado en Londres en casa del conde de Burlington, Haendel no había ofrecido más que obras ocasionales ya que, de momento, necesitaba situarse y buscar punto de apoyo. El primero de ellos le vino con la invitación del duque de Chandos, mecenas enriquecido, que le recibió en su fastuoso palacio de Cannons a finales de 1717, en el que permaneció hasta 1719.
En Cannons el sajón se inició en un género que le proporcionó una gran gloria: la música vocal de inspiración religiosa en lengua inglesa. En el palacio ducal compuso la serie de anthems conocidos como los Chandos Anthems, inspirados en los salmos bíblicos, así como la nueva versión de la cantata profana Acis and Galatea (1718), sobre texto de Hhn Gay, y la primera versión del oratorio Hamman and Mordecai conocido como Esther (1718). Este período marcó a Haendel la línea a seguir en su actividad musical posterior.
En el año de 1719 Haendel ocupó el cargo de director musical de la Royal Academy of Music, viajó a Italia a reclutar primeras voces, para iniciar la temporada en 1720, logrando su primer éxito apoteósico con Radamisto, que se basó en un texto de su colaborador Nicola Haym (1678 - 1729) inspirada en los Anales de Tácito para mostrar el conflicto entre el amor y la política. El éxito inclinó a Haendel a pedir al rey un privilegio de protección de derechos de autor, lo que da idea de lo peligrosas que empezaban a ser la ediciones piratas de las partituras haendelianas.
Poco después los compositores Giovanni Battista Bononcini (1670-1755) y Filippo Amadei (1690 - 1730)fueron contratados por los empresarios de la Royal Academy para completar las temporadas. Este hecho supuso un duro golpe para el compositor sajón, pues el público empezó a decantarse por las primeras composiciones llenas de aire sensual de Bononcini. Herido en su orgullo, Haendel escribió a marchas forzadas, arrancando éxitos sonados con Ottone (1723), Giulio Cesare y Tamerlano (1724), Rodalinda (1725), Scipione, Alessandro y Admento (1726-1727).
Lo que en principio no debía ser más que una de tantas querellas entre artistas para imponer determinados gustos musicales acabó con la victoriosa consagración de Haendel. Sin embargo, la rivalidad entre las sopranos Francesca Cuzzoni la Parmigiana (1700-1770) y Faustina Bordoni (1693-1781), que llegaron incluso a agredirse en una representación de Bononcini el 6 de junio de 1727, ante la presencia atónita del público y del príncipe de Gales, muy pronto a acceder a la corona. Aunque el prestigio el prestigio de Haendel no decayó, puesto que se le encargaron los Coronation Anthems, cantados en la coronación de Jorge II y el 11 de octubre de 1727, la ópera y todo cuanto estaba relacionado con ella quedaron heridos de muerte. La Royal Academy fue disuelta en 1728. Ante esta situación, y como ya era habitual en Haendel, se retiró de la escena para recuperar fuerzas y reconsiderar la situación. Dos años después, junto con Johann Jakob Heidegger, empresario de King's Theatre fundaron una sociedad musical con el mismo nombre, Royal Academy of Música, que obtuvo del rey el permiso para reutilizar el material de la antigua sociedad. Haendel marchó de nuevo a Italia en busca de voces. Allí fue recibido con entusiasmo por los círculos musicales italianos a los que son duda había llegado el eco de sus éxitos londinenses. El músico aprovechó el viaje para visitar en Halle a su madre, que, ciega como después lo sería su hijo, estaba viviendo sus últimas semanas.
La segunda edición de la Royal Academy of Music estuvo jalonada de fracasos. Las nuevas óperas no gustaron. Debido a ello Haendel tuvo que recurrir a éxitos anteriores para completar la temporada. Además, las voces no estaban a la altura de las exigencias del público, viéndose en la necesidad de contratar al célebre castrato de nombre Senesino, que ya había figurado en la primera sociedad. Estrenó un buen número de óperas: Poro, rèdell'Imdie (1731), Ezio (1732), Sosarme, rè di Media (1732), todas ellas según libreto de Pietro Buonaventura Metastasio (1698-1782), que se estaba imponiendo como libretista de moda debido a sus conocimientos históricos y escénicos, y Orlando (1733), inspirado en el texto de Ariosto. Para completar la temporada recurrió al oratorio en inglés Dehorah (1733), que obtuvo un éxito aceptable.
Para colmo de la situación, un grupo de nobles aliados por razones de tipo político y amparados por el príncipe de Gales, descontento con la actividad de la Royal Academy protegida por su padre el rey, fundaron en 1733 la Nobility Opera. La nueva compañía contrató al célebre castrato Carlo Broschi, llamado Farinelli (1705-1782), a la Parmigiana, al compositor Nicola Porpora y a la compañía de Haendel. Su socio Heidegger, viendo mejores ganancias y mayor prestigio en la nueva institución, ofreció el año siguiente el King's Theatre a la Nobility. Si en la primera Royal Academy of Music Haendel fue director musical y en la segunda socio de la empresa, en la tercera, que fundó en 1733, fue el alma y pronto el único socio, debido enfrentarse solo a un enemigo fuertemente pertrechado. La Nobility contrataba lo mejor del mercado y las obras de Porpora y Hasse (compositor amigo de Haendel que no rechazó la oferta de la nobility por estar casado con la soprano Francesca Cuzzoni) se fueron sucediendo con bastante éxito.
A partir de 1734, en el Convent Garden y con una compañía de aficionados, Haendel se vio obligado a componer, rehacer obras anteriores e incluir oratorios, conciertos para órgano y concerti grossi en los programas. La batalla se presentaba a todas luces desproporcionada y acabó con las fuerzas del compositor empresario.
En 1737, ambas compañías se vieron obligadas a cerrar a causa de la muerte de la reina Carolina. Al fracaso de la compañía de Haendel vino a sumarse un amago de infarto que obligó al compositor a descansar en un balneario. Con esta absurda batalla política - operístico, Londres cerró definitivamente las puertas a la posibilidad de crear una escuela operística autóctona. Habrá que esperar hasta el siglo XX para que esto se haga realidad.
En el breve lapso de tiempo que va desde el fracaso de la compañía hasta su definitiva ruptura con la ópera en 1741, Haendel estrenó todavía Faramondo (1738), Serse (1738) y Deidamia. Estos años son representativos en la biografía de Haendel por sus obras líricas italianas, sino por otro tipo de creaciones: su Opus 5 (sonatas para diversos instrumentos y bajo continuo), los doce Concerti Grossi del Opus 6, el primer grupo de Conciertos para órgano del Opus 4, la Oda para la festividad de Santa Cecilia (1739) y los oratorios Saúl (1739) e Israel en Egipto (1739).
Debemos hacer aquí mención de la gran capacidad de trabajo que poseía Haendel; cuando veía claro el camino y la prisa lo atenazaba, se sumergía en la composición de forma obsesionada; Ello explica que pudiera componer a contrarreloj para sus temporadas teatrales o que cuando recibía encargos urgentes, como el acontecido a la muerte de la reina Carolina, compusiese en sólo cinco días, en plena batalla con la Nobility Opera, el Funeral Anthem (1737), que no es una obra de encargo fría y distante.
Haendel fue adiestrándose en el campo del oratorio en lengua inglesa que ya cultivaba desde hacía largos años. Pero su gran contradicción interna entre sus intenciones y los gustos cada vez más determinantes del público burgués londinense acabaron por convencerle de que debía aceptar la invitación de William Cavendish y para 1741 se trasladó a Dublín, donde dio una larga serie de conciertos de abono formada por sus obras más relevantes en el campo de la música vocal.
Terminada esta temporada, Haendel se dedicó permanentemente al nuevo género, pero no fue solamente una opción económica lo que lo llevó a dejar la Ópera por el oratorio, también su fervor religioso que quedó plasmado en su música.
Haendel no fue un músico artesano dependiente económicamente de un príncipe o de una alta jerarquía eclesiástica, como era habitual en su época, sino que a su debido tiempo supo prescindir de esta sujeción y organizarse su propia actividad musical.
Si bien es cierto que muchas de sus obras, sobre todo las instrumentales y algunas de las vocales, fueron compuestas por encargo de una institución o de un personaje de la nobleza, los géneros que dieron prestigio al compositor - la ópera y el oratorio - fueron creados en un ambiente de libertad relativamente amplio para le momento que estamos considerando. Haendel tenía fama de buen vividor y se preocupó siempre que su economía particular no fuera nunca deficitaria; poseía una pensión de 200 libras que le había concedido la reina Ana y que los sucesivos monarcas ingleses le fueron renovando; sus conciertos dedicados a conmemorar ocasiones señaladas fueron ampliamente remunerados y además las diferentes ediciones de la Royal Academy of Music le proporcionaron siempre unas ganancias netas que estaban muy por encima de lo que un músico de la época podía aspirar a ganar con sus composiciones.
Es lógico, pues, que Johann Sebastián Bach intentara acercarse a tan pretigiosos compositor y que no lo lograra a pesar de sus dos intentos. Haendel era más famoso, y prueba de ello son los retratos que del compositor nos han quedado así como la estatua debida a L.F. Roubiliac colocada en los jardines de Vauxhall. Estas obras muestran a un hombre de mirada tranquila, apacible y bien alimentado, seguro de sí mismo, un hombre que, a pesar de las muchas dificultades que tuvo que afrontar, supo ganarse la confianza de todos los que le rodearon.
Ningún compositor ha mostrado unas dotes melódicas tan fértiles y tan variadas. Haendel era maestro en la composición de todos los tipos de canciones y en todos los pasajes melódicos elaborados, formados frecuentemente a partir de elementos formales y rítmicos diferentes, y que, sin embargo, al oído aparecen perfectamente naturales. Su armonía, sobre todo en las obras del período italiano, puede parecer tan compleja y tan audaz como la de Bach.
Empieza a declinar en el año de 1751, después de una operación de cataratas en el año de 1752, quedó casi totalmente ciego pero, hasta el final de su vida, continuó dirigiendo sus oratorios desde su puesto en el teclado. Era ayudado por su discípulo y amigo J.C. Smith el joven, al que dictaba sus intenciones hasta 1758, The Triumph of Time and Truth (1757), que se considera frecuentemente como su última obra importante, es algo más que una traducción inglesa del oratorio italiano de 1737, II Trionfo del Tempo e della Verità (que es también una revisión de una composición de 1707. Murió tras varios días de enfermedad el 14 de abril de 1759, y fue enterrado el 20 en Westminster Abbey por petición propia. Un monumento de Roubillac, que ya le había esculpido en 1739 la estatua de Vauxhall Garden, fue erigido en su memoria.
EL ARTE DE HÄNDEL
El estilo de Händel es una extraordinaria síntesis de los principales estilos nacionales musicales de su época, cogiendo los mejores elementos y características de cada uno de ellos y superándolos por separado, como sus contemporáneos Bach y Telemann, donde además se añade el estilo inglés de Purcell, al que Händel le da un nuevo y vigoroso empuje, siendo el verdadero continuador de Purcell. Todo ello fruto de sus estancias en Inglaterra, Alemania e Italia, dando prueba de que Händel era un auténtico cosmopolita de su tiempo.
Su estilo tiene la solidez y el contrapunto de la música alemana, la melodía y el enfoque vocal del bello canto de la italiana, la elegancia y solemnidad de la francesa y la audacia, sencillez y fuerza de la inglesa. Händel es un fiel continuador de estos estilos y técnicas, en que no aporta ninguna novedad a todas estas corrientes musicales de la primera mitad del siglo XVIII, aunque como Rameau, su música, especialmente en óperas y oratorios, adquiere un nuevo y especial sentido dramático y monumental, triunfante, poderoso y solemne que es único entre la música de su tiempo.
Generalmente, su producción tiene una estructura empírica y simple de lenguaje vocal en la línea del bello canto italiano y sencillo pero templado y conteniendo un pudor expresivo que recuerda a Purcell en vez de a los compositores italianos, cuyas cualidades se cautivan rápidamente entre el auditorio, en que donde domina la melodía y la homofonía, y en esencia, de corte mayormente italiano, que es el estilo más presente en su música y el que más ha influenciado en todos los aspectos en su estilo personal.
OBRA MUSICAL
La vasta y abundante obra de Händel, muy prolífico como era la norma de la época, se compone de más 600 obras y se divide en 7 grandes grupos, agrupados en dos grandes bloques: en música vocal (dramática, oratorios, profana y religiosa) y musical instrumental (orquestal, de cámara y para clave) donde abarca todos y cada uno de los géneros de su época.
En musical vocal, los géneros y obras que el compositor compuso y ha cultivado, que suman 286 piezas en total, son 43 óperas en lengua italiana, alemana e inglesa, 2 músicas incidentales para espectáculos en inglés, 26 oratorios en italiano, alemán e inglés, 4 odas y serenatas en italiano e inglés, 100 cantatas en italiano y español, 21 dúos, 2 tríos, 26 arias sueltas, 16 obras para conciertos espirituales, 41 anthems, 5 Te Deums, 1 Jubilate y 3 himnos ingleses.
En música instrumental, 78 en el ámbito orquestal: 34 conciertos para solistas, 23 concerti grossi, 4 oberturas, 7 suites, 2 sinfonías, 6 movimientos de danzas y conciertos sueltos, y 2 marchas. 68 en el ámbito de cámara: 22 sonatas para un instrumento solista y bajo continuo, 25 sonatas en trío y 19 movimientos sueltos de danzas, marchas y sonatas. Y 186 en el ámbito del clavicémbalo: 30 suites y oberturas, y 156 movimientos de suite sueltas.
LOS ORATORIOS
Su oratorio más famoso es el renombrado "Mesías" (1741). La historia cuenta que éste surgió después de un largo período de escasez en la producción musical del compositor, debido a una inspiración divina. Su coro más famoso es el majestuoso "Hallelujah".
Este oratorio fue representado en el Convent Garden y dirigido por el mismísimo Händel todos los años en la época de Pascua hasta el día de su muerte.
LA MÚSICA ORQUESTAL
Al margen de sus oratorios sobresalen sus conciertos, sonatas y suites para diversos instrumentos y dos obras orquestales magníficas: Música para los reales fuegos de artificio (compuesta por encargo del rey Jorge II de Inglaterra, estrenada en el Green Park de Londres en 1749 en medio del regocijo popular) y Música acuática (compuesta en 1717 para una travesía que el rey Jorge I de Inglaterra debió hacer en su lujosa embarcación, navegando por el Támesis, entre Whitehall y Chelsea; durante el viaje se realizó una fiesta en la que se disfrutó enormemente de la obra de Händel).
LA MÚSICA PARA TECLADO
Las obras para teclado de Händel, en especial las destinadas al clavicémbalo, son una de las cimas, junto con Bach, Rameau, Couperin y Domenico Scarlatti, de la gran tradición barroca del teclado, cuyas obras más importantes y conocidas son las colecciones de grandes suites (HWV 426-433 y HWV 434-438), las seis fugas (HWV 605-610) y los conciertos para órgano Op 4 y Op 7. En este ámbito, su maestro Zachow le familiarizó con la escuela alemana del clave y órgano, donde coge influencias de Kunhau, Froberger, Kerll y Buxtehude en sus composiciones destinadas al teclado.
Toda la música destinada al teclado está escrita para el clavicémbalo, a excepción de los 16 conciertos para órgano solista y orquesta, Op.4 y Op.7, y varios sueltos, compuestos en la década de 1730. Este novedoso y poco común género, que se adaptaba muy bien al carácter de Händel, lo interpretaba él mismo en los intermedios de sus oratorios. Händel, en estos conciertos, hace una demostración muy virtuosa de su talento como organista y su original sonoridad donde con su carisma fascinaba y entusiasmaba al público, pero se tiene sólo una imagen incompleta de cómo debía sonar realmente esa música: en las ediciones no aparecen las ornamentaciones ni las secciones reservadas a la improvisación. No es de estrañar, pues, que Händel, como Bach, haya sido un notable improvisador al teclado, y su música para clave tiene un aspecto libre y espontáneo, al igual que el resto de su música instrumental.
Händel compuso bastantes suites y oberturas en la música destinada al clavicémbalo, y su principal aportación a este género de origen francés son las 8 grandes suites (HWV 426-433), publicadas en Londres en 1720. Estas suites tienen una originalidad y una variedad muy grande en varios aspectos, en referencia a la suite francesa para teclado, siguiendo la norma como el resto de su obra instrumental. Adopta variados patrones y movimientos de diversos géneros: la sonata de iglesia, como en el caso de la Suite 2, la estructura clásica de la suite, como en el caso de la Suite 1, o una combinación de ambos géneros, como en la Suite 7, y diversos estilos, como el concierto en la Suite 4. Estas suites tienen una gran potencia y sentido dramático, un aire de grandeza que casi desborda el marco del clave, y utilizan tonalidades poco usadas en la primera mitad del siglo XVIII, como en el caso de la Suite en fa sostenido menor, y, entre la producción de teclado, es en estas obras donde está más patente la originalidad de Händel.