
Juan de Yepes Álvarez (Fontiveros, Ávila, España, 24 de junio de 1542 – Úbeda, 14 de diciembre de 1591), conocido como estudiante con el nombre de fray Juan de Santo Matía y más tarde como San Juan de la Cruz, fue un poeta místico y religioso español. Desde 1952 es el Patrono de los poetas en lengua española.
Así, pues, entre 1559 y 1563, estudia con los jesuitas; durante los primeros tres años, recibe la formación según la novedosa ratio studiorum, en la que el latín era la base de todo el currículum; en el cuarto año, aparte de recibir instrucción retórica, aprende a escribir en latín, a construir versos en este idioma y a traducir a Cicerón, Julio César, Virgilio, Ovidio, Marcial y Horacio. Simultáneamente, vive las nuevas corrientes del Humanismo cristiano, con estilo y comportamientos renovados en la pedagogía.
A los veintiún años, en 1563, ingresa en los Padres Carmelitas de Medina (orden de los Carmelitas) y adopta el nombre de fray Juan de Santo Matía. Tras realizar el noviciado entre 1563 y 1564 en el convento de Santa Ana, se traslada a Salamanca donde estudiará en el Colegio de San Andrés de los Cármenes entre 1564 y 1567 los tres cursos preceptivos para bachillerarse en Artes. Durante el tercer curso, fue nombrado, por sus destrezas dialécticas, prefecto de estudiantes en el colegio de San Andrés.

En 1567 regresa a Medina del Campo por unos pocos días para ser ordenado presbítero y celebrar su primera misa en presencia de su hermano, del resto de su familia y de sus amigos del convento. Allí conocerá a Teresa de Cepeda y Ahumada, futura santa Teresa de Jesús, que había llegado a la ciudad para fundar una nueva sede de su Reforma Carmelita, los llamados carmelitas descalzos. Teresa convence a Juan y lo une a su causa de reforma de su orden. Ésta, reformada, tropezó con una gran hostilidad por parte de los carmelitas calzados.
Juan regresa a Salamanca e inicia estudios de Teología durante el curso 1567-1568, pero solo termina un curso -los preceptivos hubieran sido cuatro- por lo que no obtuvo ni siquiera el grado de bachiller.
En agosto de 1568 abandona Salamanca para acompañar a Teresa en su fundación femenina de Valladolid.
El 28 de noviembre de 1568 funda en Duruelo el primer convento de Descalzos de la rama masculina del Carmelo Descalzo siguiendo la Regla Primitiva, esto es, un establecimiento que propugna el retorno a la práctica original de la Orden; en la ceremonia, cambia su nombre por el de fray Juan de la Cruz. En 1570 la fundación se trasladó a Mancera, donde Juan desempeñó el cargo de Subprior y Maestro de novicios; tras una estancia en Pastrana para poner en marcha su noviciado, se establece en 1571 en Alcalá de Henares como Rector del colegio recién fundado.
Juan se convierte en uno de los principales formadores para los nuevos adeptos a esta reforma carmelitana. En 1572 viaja, invitado por Teresa de Jesús, al Convento de la Encarnación en Ávila, en donde asumirá las tareas de Vicario y Confesor de las monjas. Permanecerá aquí hasta finales de 1577, por lo que acompañará a la madre Teresa a la fundación de diversos conventos de Descalzas, como el de Segovia.

Durante este periodo, en el seno de la Orden del Carmelo se habían agravado los conflictos jurisdiccionales entre los carmelitas calzados y descalzos, debidos a distintos enfoques espirituales de la reforma; por lo demás, el pleito se enmarcaba también en la confrontación entre el poder real y el pontificio por dominar el sector de las órdenes religiosas. Así, en 1575, el Capítulo General de los Carmelitas decidió enviar un visitador de la Orden para suprimir los convento fundados sin licencia del General y de recluir a la madre Teresa en un convento. Finalmente, en 1580 el Carmelo Descalzo se erige en Provincia exenta y en 1588 es reconocida como Orden.
En este contexto es en el que se produce el encarcelamiento de Juan de la Cruz, quien ya en 1575 había sido detenido y encarcelado en Medina del Campo durante unos días por los frailes calzados. La noche del 3 de diciembre de 1577 Juan de la Cruz es nuevamente apresado y trasladado al convento de frailes carmelitas de Toledo, donde es obligado a comparecer ante un tribunal de frailes calzados para retractarse de la Reforma teresiana. Ante su negativa, es recluido en una prisión conventual durante ocho meses.
Durante este periodo de reclusión escribe las treinta y una primeras estrofas del Cántico espiritual (en la versión conocida como protocántico), varios romances y el poema de la fonte, y los canta en su estrecha reclusión para consolarse.
Tras concienciarse de que su liberación iba a ser difícil, planea detenidamente su fuga y entre el 16 y el 18 de mayo de 1578, con la ayuda de un carcelero, se escapa en medio de la noche y se acoge en el convento de las Madres Carmelitas Descalzas, también en Toledo. Para mayor seguridad, las monjas lo envían al Hospital de Santa Cruz, en el que estuvo mes y medio.
En 1578 se dirige a Andalucía para recuperarse completamente. Pasa por Almodóvar del Campo, cuna de los místicos San Juan de Ávila y San Juan Bautista de la Concepción, y luego llega como Vicario al convento de El Calvario en la serranía jienense. Entabla amistad con Ana de Jesús, tras algunas visitas a la fundación de Beas de Segura.

En junio de 1579 se establece en la fundación de Baeza donde permanece como Rector del Colegio Mayor hasta 1582, en que marcha para Granada tras ser nombrado Tercer Definidor y Prior de los Mártires de esa ciudad. Realiza numerosos viajes por Andalucía y Portugal, por razones del cargo. En 1588 es elegido Primer Definidor y Tercer Consiliario de la Consulta, la cual le traslada a Segovia.
Tras un nuevo enfrentamiento doctrinal en 1590, es destituido en 1591 de todos sus cargos, y queda como simple súbdito de la comunidad. Durante su viaje de vuelta a Segovia, cae enfermo en el convento de La Peñuela y es trasladado a Úbeda, donde muere la noche del 13 al 14 de diciembre.
Inmediatamente tras su muerte, su cuerpo es despojado y se inician los pleitos entre Úbeda y Segovia por la posesión de sus restos. En 1593, éstos, mutilados, se trasladan clandestinamente a Segovia, donde reposan actualmente. El proceso de beatificación y canonización se inició en 1627 y finalizó en 1630. Fue beatificado en 1657 por Clemente X y canonizado por Benedicto XIII en 1726. Posteriormente, en 1926 Pío XI lo proclama Doctor de la Iglesia Universal y en 1952 es declarado patrono de los poetas españoles.
Parte por la indudable calidad de su música, parte por la relación especial que le une a la dirección artística del Maestranza y a su familia, el caso es que la obra del algecireño José María Sánchez Verdú suena bastante en nuestro teatro. Bien visto no deja de ser una ventaja, porque estamos sin duda ante el compositor más interesante de su generación, el de una más acusada personalidad creadora y el de mayor madurez en la escritura orquestal desde el llorado Francisco Guerrero (dejando al margen a los maestros aún vivos, claro). No obstante, cabría ponerle a mi entender una serie de reparos a esta suite arreglada al efecto a partir de la ópera El viaje a Simorgh, estrenada en el Teatro Real de Madrid hace dos años. Así, desde mi sanjuanismo radical, creo que es una falta de ética artística el desestructurar la poesía de San Juan de la Cruz y el superponer momentos de La noche oscura sobre los del Canto espiritual, la cumbre de la poesía mundial sin lugar a dudas. Es el espíritu de los tiempos, lo sé, éste de la deconstrucción, la desestructuración y todo lo que quieran inventar, pero hay cosas que no tienen sentido.
En lo musical, la media hora escasa de la suite llega a resultar monótona. La maestría habitual de Verdú en la texturización tímbrica queda en segundo plano tras los ya esperables tics sonoros de su estilo, como los soplos en los metales, los col legno y los trémolos. Por último, la escritura vocal es a veces antivocal, más instrumental que significativa, por lo que apenas se puede juzgar la labor de esos espléndidos cantantes que son Sala y Ramón.
Ya en Erwartung, Dugger sólo llegó a convencer cuando cantó en forte y en los pasajes más crispados, porque del mezzoforte para abajo resultó plana y poco expresiva. Menos mal que Tamayo dirigió con gran inteligencia y sentido dramático a una brillante OJA, de una madurez admirable.
Señor José Ramón Santana, me comunico con usted con el fin de presentarle mi nuevo proyecto: EL BLOG DEL MIERENSE, (www.elblogdelmierense.blogspot.com)un periódico digital de tirada semanal (salimos los viernes)y que está cosechando un gran éxito.
ResponderEliminarDe parte de Gaspar, uno de sus alumnos de 6ºde primaria de hace cuatro años, de verdad que sería para mí un honor que visitase nuestra web. Por cierto, su blog es extraordinario.
SALUDOS DON JOSÉ RAMÓN
José Ramón
ResponderEliminarEstos días de Semana Santa he tenido la oportunidad de visitar en Úbeda el museo de S, Juan de la Cruz, merece la pena.
Saludos cariñosos.
«Ajeno de placer y de contento» estaba cuando descubrí este blog y «yéndolo mirado, con sola su figura, prendado me dejó de su hermosura».
ResponderEliminarEnhorabuena por esta entrada y por todas (aunque sólo he leído algunas).
Juan de la Cruz es uno de los grandes de la lengua castellana, inmortal para siempre en sus escritos, más allá de si somos creyentes o no.
Confirmo una vez más mi idea de que el catolicismo, más que una religión, es un sentimiento estético.
Saludos desde Bogotá, Col.