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sábado, 25 de abril de 2009

TRAS LA PUERTA: EL TRIUNFO DE LA MUERTE




El Triunfo de la Muerte (en neerlandés, De Triomf van de Dood), es una de las obras más conocidas del pintor flamenco Pieter Brueghel el Viejo. Es un óleo sobre tabla, pintado hacia el año 1562. Mide 117 cm de alto y 162 cm de ancho. Se exhibe actualmente en el Museo del Prado de Madrid.


Esta obra pertenece a la escuela flamenca del siglo XVI. Aunque es un humanista del renacimiento, en esta obra Pieter Brueghel enlaza con la tradición flamenca anterior, ante todo El Bosco, de quien fue un gran estudioso. Esta tabla del Prado recuerda a las obras de El Bosco, en su aspecto satírico y moralizante.


La influencia del Bosco se deja ver en la amplitud del cuadro, las múltiples escenas, pintadas con gran detalle, en las que se va representando las distintas formas en que la Muerte derrota a la vida. Es un cuadro que recuerda el tema medieval de las danzas de la muerte. Pero un simple vistazo a esta obra y su paralela de cien años antes, El Jardín de las Delicias, evidencia una diferencia fundamental: las hordas de Brueghel están compuestas por esqueletos, no demonios, lo que sugiere un pesimismo ateo no suavizado por ninguna creencia en un cielo.



Este cuadro es un paisaje panorámico de la muerte: el cielo en la distancia está oscurecido por el humo de las ciudades ardiendo y el mar que se ve al fondo está plagado de naufragios; en la orilla hay una casa, alrededor de la cual se está agrupando un ejército de muertos. El paisaje, anodino y arrasado, resalta la pequeñez, crueldad y falta de sentido común del hombre, que pretende rectificar un destino que le ha sido impuesto. Se alzan sobre este paisaje mástiles coronados por ruedas, picotas en las que se han ajusticiado a los criminales, cuyos cadáveres se balancean.



Como indica su título, la muerte representada por los esqueletos se enseñorea de todo y de todos, destruye, asesina, ejecuta y arrebata vidas y posesiones. Nadie puede escapar a su acción, todos son arrastrados por el frenesí de los muy activos esqueletos.


Un punto de vista altísimo nos desvela un paisaje desolado, todo es ocre, no hay plantas verdes ni agua limpia ni ningún signo de naturaleza viva. Las hogueras, los troncos secos, la destrucción y la oscuridad generalizada no permiten ningún optimismo. Incluso en el mar abundan los naufragios, los faros están en llamas y nada sobrevive.



Los ejércitos de esqueletos derrotan contundentemente a los vivos y los llevan a una muerte segura.


Los esqueletos se organizan magistralmente, fíjate que en el fondo del cuadro aparece la caballería esqueleta por la izquierda y junto con la infantería esqueleta de la derecha, cercan fatalmente a las personas que intentan inútilmente huir de su destino. También al fondo encuentras el “cuartel esqueleto” y todos están alrededor del edificio. Entre las colinas arrasadas y quemadas se multiplican los ataques de esqueletos y la aplicación de horribles torturas a sus víctimas, como las ruedas colocadas en alto, donde la Inquisición colocaba a los condenados por herejes, una vez machacadas sus articulaciones a mazazos para que fueran devorados por los cuervos y buitres. También puedes ver las ejecuciones inmediatas, bien por ahorcamiento o decapitación. En lo que parece una necrópolis, se producen desentierros y los que salen, o son sacados de sus tumbas, se unen al ejército esqueleto.



En los primeros planos abunda la hiperactividad de los esqueletos, uno cabalga sobre un caballo famélico portando el reloj de arena (símbolo del final de la vida), otro jinete esqueleto blande la guadaña (herramienta de la muerte), y un último, en el carro lleno de huesos, toca a difuntos. Nadie se libra, ricos y pobres; viejos y jóvenes; guapos y feos. A la izquierda un rey con armadura, corona y cetro ya está en el suelo y contempla como el esqueleto coge monedas de oro de sus barriles repletos (las riquezas no nos acompañan al más allá), y otro le enseña el reloj de su final. A la derecha, amantes y juglares son presa de los soldados esqueletos que disfrutan interrumpiendo el juego y el amor y también la comida, burlándose macábramente de las damas y sus acompañantes.



Los espantados vivos, a los que poco les queda, son arrastrados a un gigantesco ataúd cuya tapa es izada mediante poleas por un ingenioso esqueleto mientras sus compinches con guadañas, lanzas y espadas conducen a la multitud hacia su interior. A la derecha de este ataúd la guardia esqueleta espera su turno parapetada en unos morbosos escudos: ¡¡tapas de ataúdes!!.


De nuevo a la izquierda una laguna muestra cuerpos de ahogados con el abdomen hinchado (eso pasa en la realidad) y personas que son arrojadas al agua y rematadas. Algunos esqueletos cazan humanos con una red mientras otros, vestidos con túnicas blancas tocan las trompetas. Arriba a la izquierda, dos esqueletos completan esta “orquesta” tañendo una campana que toca a muerto para no desentonar.


El cuadro que resulta es de tal horror que incluso muchos vivos se les ha quedado ya la cara de cadáver, parecen zombis.




La cruz permanece solitaria e impotente en el centro de la pintura. La Muerte avanza con sus batallones de esqueletos, cuyos escudos son tapas de ataúd. Y hacia la derecha, se ve a la gente que huye hacia un túnel decorado asimismo con cruces, mientras un esqueleto a caballo va matando gente con su guadaña.


Por todo el cuadro se ve a los esqueletos atacando a los desamparados hombres, que huyen aterrorizados o intentan, en vano, luchar. No hay defensa posible. Los esqueletos matan a la gente de muy variadas maneras: cortando gargantas, colgándolos, ahogándolos, e incluso cazándolos con perros esqueléticos.


A la izquierda, los esqueletos conducen una tétrica carreta llena de calaveras que sin duda formarán parte después del ejército de los muertos. Detrás de ellos, la enseña de la cruz preside el tribunal de la muerte, que contempla impasible la hecatombe. Sobre ellos, unos esqueletos tocan la campana avisando del fin del mundo. Delante, en el extremo inferior izquierdo, yace el rey, revestido de su capa con vueltas de armiño y con el cetro en la mano. La pintura claramente representa a gente de distintos niveles sociales: desde campesinos y soldados hasta nobles e incluso reyes, todos atrapados por la muerte del mismo modo, en la temática medieval del poder igualatorio de la Muerte.


Un poco más hacia el centro del primer plano, un perro olisquea la cara de un niño, muerto en brazos de su madre, también caída. En esta parte central se ve que algunos cadáveres ya han sido amortajados y uno de ellos yace en un ataúd con ruedas.


La visión de Brueghel no carece de cierto humor sardónico, como puede verse en la parte inferior derecha del cuadro. En el extremo, una pareja de enamorados permanecen absortos e ignorando lo que les rodea. Detrás de la mujer, un esqueleto imita al tocador de laúd. Al lado de ellos, hay una mesa puesta con manjares y un juglar, con jubón ajedrezado, intenta esconderse debajo de ella. A su lado, un caballero hace ademán de desenvainar su espada, intentando defenderse de lo irremediable.


Como corresponde a un cuadro tan pesimista, los colores son sombríos.


La pintura resulta útil desde un punto de vista histórico, pues representa aspectos de la vida cotidiana europea a mediados del siglo XVI. Se representan con detalle las ropas, así como pasatiempos como los juegos de cartas. De manera única, la pintura muestra un método usual de ejecución para los criminales del siglo XVI: atado a una rueda sobre un palo vertical. Objetos como instrumentos musicales y los primeros relojes mecánicos, y escenas entre las que se encuentra una misa de difuntos proporcionan a los historiadores datos para entender mejor el estilo de vida de los años 1560.


Se ha sugerido que el cuadro fue inspirado por el empeoramiento del clima político antes de la Guerra de los ochenta años (que comenzó en 1568), aunque la pintura, en sí, es anterior a la guerra. Otra interpretación es que la pintura es una representación alegórica de los horrores de la guerra, como su Dulle Griet, también pintada en torno a 1562. Aunque su interpretación más clara es una simbología de la peste negra que azotó a Europa en el siglo XIV. Si bien se simboliza lo que es la peste negra. También en el cuadro se puede apreciar el paso entre la edad media o la crisis de los feudos, ya que en el cuadro se observa a la muerte amenazando a un hombre con corona, que podria ser un rey o representación del poder. Cercano a dicho hombre de corona, la muerte se encuentra merodeando un barril lleno de contenido de color dorado u oro, lo cual hace referencia al mercantilismo y lo que este conlleva.



3 comentarios:

  1. HOL CORAZON COMO ESTAS ESPERO QUE BIEN

    ME ENCANTO TU ADOPCION QUE HACES EN MI CLARO QUE HACEPTO SER LA NIÑA DE ESTA RED PARA TI
    A UN QUE A MIS AÑITOS YA LA NIÑA LA DEJE MUY ATRAS JAJAJAJJAJ PERO GRACIAS CORAZON

    ME ENCANTO TU ESCRITO DE HOY CUANDO VI EL TEMA ME IMPACTO YA QUE CREIA QUE ERA UNA REDACCION DIRECTA A LA MUERTE

    PERO POCO A POCO LO FUI LEYENDO Y SI ME GUSTO ALGO HABLADO EN ELLA Y PUES AMIGO QUE ES MAS REAL Y PALPABLE QUE LA MUERTE

    BUENO CORAZON TE DEJO MIL BESITOS Y CUIDATE MUCHO

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  2. IMPRESIONANTE!!!!!!!! LAPESTE NEGRA, LOS FEUDALES, EL HORROR DE LA GUERRA , EL CAMBIO DE CIVILIZACION, EL DEJAR ATRAS UNA HISTORIA Y PASAR A OTRA ETAPA DE LA HISTORIA, GENIAL!! REALMENTE gracias!!!!!

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  3. José,

    obrigado pela presença em meu blog. Desejo que façamos uma amizade bonita em letras e versos.

    Abraço forte, meu caro.
    Continuemos...

    Germano Xavier

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