El monje cisterciense Jorge Gibert Tarruell, de 77 años, partió ayer, en torno a las tres de la tarde, del monasterio de Valdediós (Villaviciosa) para dirigirse a su nuevo destino, en la abadía de Santa María de Viaceli, Cóbreces, municipio del Alfoz de Lloredo, en Cantabria.
Gibert comió a la una y media de la tarde -hora habitual del almuerzo conventual- junto a los otros dos monjes de la comunidad, Massimo Marianella y Lawrence Curran, ya que el oblato Javier González había dejado el monasterio días atrás.
Tras esta última comida con la comunidad, Jorge Gibert partió hacia Cóbreces, pueblo próximo a la costa, entre Comillas y Santillana del Mar, donde se esperaba su llegada antes de las cinco de la tarde. De este modo, Gibert se incorpora a un monasterio de la Orden Cisterciense de la Estricta Observancia, los Trapenses, del mismo tronco benedictino que el Císter.
Por su parte, el monje Lawrence Curran abandonará Valdediós esta semana, mientras que el padre Massimo Marianella permanecerá algún día más en el cenobio de Villaviciosa, para liquidar los últimos asuntos de la administración del convento y realizar el traspaso del inmueble a la Comunidad de San Juan. Tres religiosos de dicha comunidad, encabezados por Tarsicio Lemarie, se instalarán en los próximos días en Valdediós, después de que la Santa Sede decretara el pasado día 26 de enero la supresión del Priorato Conventual Cisterciense, erigido por el mismo Vaticano en julio de 1992.
La Comunidad de San Juan, congregación nacida en 1975 y de origen francés, ha sido la señalada por el arzobispo Carlos Osoro para sustituir al Císter.
Hacia 1999, la vida no era fácil en el monasterio de Valdediós (Villaviciosa). Había «situaciones que dañan la serenidad y tranquilidad comunitarias», al mismo tiempo que «hay un descrédito de la autoridad debido a diversos factores, como actitudes de objetiva y reiterada desobediencia». Ambas frases pertenecen al comunicado final de los cuatro visitadores que ese año examinaron el monasterio asturiano por orden de la Santa Sede.
Las circunstancias del cenobio eran tan complicadas que incluso algunos monjes, sin permiso del prior, ofrecían en la hospedería una especie de atención pastoral a personas homosexuales, según ha podido contrastar LA NUEVA ESPAÑA. Un suceso que los visitadores insinuaron al decir en su informe que ello podía repercutir «incluso fuera del monasterio, generando perplejidad, si no escándalo».
La declaración de los visitadores forma parte de un conjunto de documentos y cartas -34 en total- que el prior Jorge Gibert Tarruell ha dado a conocimiento público tras la supresión de priorato cisterciense de Valdediós, decretado por la Santa Sede el pasado 26 de enero, aunque recurrido después por Gibert.
Además de los documentos fundacionales de 1992, y de convenios con el Principado, la colección dejada por Gibert sirve para conocer el suceso de las expulsiones -aunque el prior ha eliminado toda alusión a los hechos de homosexualidad-, y también para seguir el proceso de supresión del monasterio, donde desde hace dos semanas residen miembros de la Comunidad de San Juan, congregación que ha sustituido al Císter.
Respecto a la visita canónica de 1999, ésta dejaría una huella indeleble en el cenobio. Respaldaba al prior, Jorge Gibert, pero la expulsión de tres monjes y la negativa posterior de la Orden Cisterciense a enviar refuerzos significarán una merma que abocaría al cierre. Los cuatro visitadores -Nicolas Aubertin, Luigi Rottini, José María Soler y Fernando Guimarães- dicen reconocer «el ingente trabajo realizado en estos años en la restauración del monasterio y en el satisfactorio desarrollo de vuestra vida litúrgica y monástica». Sin embargo, hallan «muchas cosas, y serias, que deben ser encauzadas».
Después de enviar su informe al Vaticano, la Santa Sede emite un decreto -el 25 de marzo de 1999- en el que determina: «En vista de su comportamiento», dos monjes «deben ser alejados de la comunidad por un tiempo prudencial suficientemente largo»; otro monje, «dado su estado de salud, podrá permanecer en el monasterio, a cuya observancia y bienestar deberá colaborar con empeño y buena voluntad». No obstante, este tercer monje decide acompañar a los otros dos y abandona el monasterio. Los tres residen en Cataluña desde entonces.
Estos monjes son los que «el abad general, dom Policarpo Zakar, me aconsejó aceptar en 1993, procedentes de Poblet, y son los que crearon la grave situación que desembocó en la visita apostólica de 1999», explicará Gibert años después en una carta contenida en la colección de documentos.
Además de imponer las exclaustraciones, el decreto exige que «la hospedería deberá estar dotada de un reglamento que haga respetar las exigencias de la clausura monástica». Este dato de la hospedería hace referencia a la citada atención espiritual a homosexuales registrada hasta entonces.
El decreto también señala que «ha de cuidarse con esmero el proceso de formación, inicial y permanente, en Valdediós. Para ello se intentará reforzar temporalmente la comunidad con dos monjes cualificados que puedan asistir al prior en el desempeño de esta grave obligación».
Ambos monjes nunca llegaron. Por ello, el 30 de marzo de 2000 Gibert envía una carta al abad general del Císter, Mauro Esteva, en la que se queja de que «han pasado doce meses y nadie ha venido. Se me ha dicho que ningún superior de nuestra orden puede desprenderse, ni tan sólo temporalmente, de algún monje para ayudar a Valdediós».
El prior también lamenta que «no hay nadie en la orden dispuesto a asumir las funciones de delegado de la Santa Sede para Valdediós», por lo que se encomienda dicha tarea al arzobispo de Oviedo, Gabino Díaz Merchán. «La impresión que da esta propuesta es la de que se quiere a toda costa terminar con la comunidad de Valdediós». Iba a ser un pronóstico fatídico.
Tras las exclaustraciones, Valdediós quedó reducido al prior y cuatro monjes. «Ciertamente es muy poco», reconoce Gibert en la misma carta, y agrega que «dos o tres personas se están interesando para ingresar, y convendría reforzar la comunidad para poder asegurarles una formación monástica adecuada». No hubo tal refuerzo. «Con la amenaza de la supresión, ¿quién se decidirá a entrar?», se preguntaba Gibert hace nueve años, y reprochaba al Císter estas «actitudes difíciles de entender desde una perspectiva de Iglesia».
El interpelado, dom Mauro Esteva, contesta al prior por carta: «Comprenda usted que, después de una visita apostólica y la situación de incertidumbre que había en la comunidad, juzgara que era mejor dejar pasar un tiempo prudencial».
Valdediós entra en la incertidumbre. Pasan los años y en 2005 Julián Herrojo, rector de la Basílica de Gijón, viaja a la India, comisionado por el arzobispo Carlos Osoro, a pedir ayuda para Valdediós al monasterio benedictino Makkiyad (Kerala). Ésta y gestiones similares en España y Europa fueron infructuosas. En el verano de 2006, Herrojo establece un primer contacto con la Comunidad de San Juan, en Rimont (Francia), casa madre de la congregación. Gibert había dado esa referencia, pero reconoce después haberlo hecho «en un momento de debilidad, y muy pronto me di cuenta de que debía rectificar para mantenerme fiel al carisma y vocación» de monje cisterciense.
El prior, de acuerdo con la comunidad, inicia otro movimiento. En agosto de 2007 solicita «oficialmente poder ser admitidos en la Orden de los Cistercienses Reformados o de la Estricta Observancia», la Orden Trapense, del mismo tronco benedictino que el Císter.
Previamente, sor Enrica Rosanna, subsecretaria de la vaticana Congregación para los Institutos de Vida Consagrada, había escrito a Gibert expresando que «usted sabe que este dicasterio no se opone a la hipótesis de pedir ayuda como "extrema ratio" a otras familias monásticas. Pero ciertamente corresponde a usted tomar contactos y formular proyectos».
Al mes siguiente, cuenta Gibert, «dom Bernardo Olivera, abad general de los Trapenses, me llamó por teléfono y me comunicó que el Consejo del Abad General había decidido aceptar positivamente nuestra solicitud y que la cuestión será discutida en el Capítulo General de la Orden, en Asís (Italia), en septiembre de 2008».
De nada iba a servir. Osoro y la Santa Sede avanzaban en la idea de sustituir al Císter en Valdediós por la Comunidad de San Juan. El 26 de enero de 2008, el cardenal Franc Rodé expresa a Gibert que los informes recibidos en su dicasterio durante el último año han sido «siempre muy preocupantes». Por tanto, pretende «revocar» la fundación de Valdediós. Y justo un año después, el 26 de enero de 2009, fue firmado el decreto de supresión. Era el fin de la historia cisterciense de Valdediós, y el final de la colección documental de Gibert.
A comienzos de abril del año 2000, Dom Mauro Esteva, abad general de la Orden Cisterciense, recibía en Roma una carta con las siguientes palabras: «La impresión es la de que se quiere a toda costa terminar con la comunidad de Valdediós. Para ello, el mejor modo es dejarla que vaya asfixiándose en su reducido ambiente, y así poder justificar en un futuro quizá no lejano la necesidad de cerrar el monasterio. En lugar de ofrecer a la comunidad una ayuda para crecer y desarrollarse, se la pone bajo el señor arzobispo de Oviedo (Gabino Díaz Merchán».
Jorge Gibert Tarruell, monje cisterciense y prior hasta su supresión del monasterio de Valdediós, escribió este párrafo hace casi nueve años y constituye la primera alarma documentada acerca de que el cenobio de Villaviciosa podría desaparecer al cabo de unos años. Así ha sido, por decreto de la Santa Sede fechado el pasado día 26 de enero.
El texto citado forma parte de una colección de 34 documentos y cartas (82 páginas en total) que el propio Gibert ha hecho pública, y que puede ser consultada en la dirección de internet -todavía viva- del monasterio (www.valdedios.org). Los papeles de Valdediós, en castellano, francés, italiano y latín, arrojan luz sobre algunos períodos del monasterio cisterciense, como es el caso de la exclaustración de tres monjes en 1999, un episodio que, visto hoy en perspectiva, supondrá la herida de muerte del monasterio.
Varios de los documentos publicados ahora son elocuentes en sí mismos; otros precisan de contexto, y, en parte, lo proporciona el propio Gibert en una introducción de cuatro páginas. Figura también un curioso documento en el que el abad general del Císter, el citado Dom Mauro Esteva, relata en latín cómo sufrió una caída y rompió un brazo durante un viaje a España.
Se titula «Ecce sto ad ostium et pulso» -«Estoy a la puerta y llamo», frase del Apocalipsis- y narra que «die 26, hora 18.28, Abbas Generalis cecidit, dum nimis oneratis erat impedimentis ad tres menses itineris»; es decir, «el día 26, a las seis y 28, el abad general cayó a causa de la mucha carga de maletas que portaba para un viaje de tres meses». El religioso explica que con toda esa carga «currebat ut ne perdere vehiculum horae 18.30 ad iter pergendum in civitatem Vallisoletanam», esto es, «corría con el fin de no perder el vehículo de las seis y media para realizar el viaje a Valladolid». Tras la caída, «fractura in brachio sinistro inventa», «es encontrada un fractura en el brazo izquierdo».
El hecho de que Dom Mauro Esteva se dirigiera de este modo a toda la Orden Cisterciense, en 2006, para explicar en latín su caída, motivó la introducción del simpático escrito en la colección de los papeles de Valdediós. Pero son precisamente las cartas que Jorge Gibert dirige a Esteva -que fue novicio suyo en Poblet- las redactadas con un tono más duro y severo, como la citada al comienzo, reprochándole abiertamente que la Orden no ayude a Valdediós con monjes o actitud de cercanía y, con ello, persiga su cierre. «Las relaciones de Gibert con su orden han sido siempre muy complicadas», señala un eclesiástico que pide anonimato, pero buen conocedor del caso de Valdediós. «Gibert es una buenísima persona, pero, a veces, algo duro en el trato», agrega.
La compleja historia del Valdediós refundado en 1992 se puede rastrear entre las líneas de estos documentos. Sólo se les ha mutilado algún nombre y únicamente en un caso aparecen unos puntos suspensivos que sustituyen a un párrafo eliminado.
La supresión se halla en una carta-informe del 22 de diciembre de 2007, dirigida por Gibert al cardenal Franc Rodé -prefecto de la vaticana Congregación para los Institutos de Vida Consagrada-, que el prior inicia: «Últimamente, los acontecimientos se están precipitando y se hace necesario aclarar los diversos aspectos y actuaciones, antes de tomar una decisión concreta». A continuación, Gibert relata varios hechos, como visitas suyas a la citada Congregación, o varias reuniones mantenidas con el arzobispo Carlos Osoro, o la primera visita a Valdediós, en enero de 2007, de miembros de la Comunidad de San Juan, la congregación ahora establecida en el monasterio de Villaviciosa, tras la supresión del priorato conventual cisterciense.
A continuación, en dicha carta-informe, Gibert repasa la historia de Valdediós, desde 1992 hasta ese momento, y llega al punto titulado «la cuestión de los exclaustrados en 1999». En este apartado, tras recordar la actuación de cuatro visitadores designados por la Santa Sede -que determinaron la salida del monasterio de tres monjes-, aparecen los citados puntos suspensivos.
Al cotejar esta supresión, la citada fuente eclesiástica explicó a LA NUEVA ESPAÑA que «Gibert y otras personas consideran que, por prudencia, no debía difundirse que en torno a esas exclaustraciones hubo un hecho llamativo, y es que se desarrolló antes de aquello una atención pastoral a personas homosexuales en la hospedería del monasterio, y eso creó cierto escándalo entonces».
Dicha atención pastoral a homosexuales se desarrolló sin autorización de Gibert y fue una de las causas de la Visita Apostólica que determinó la Santa Sede para el monasterio, llevada a cabo por Bernard Nicolas Aubertin, obispo de Chartres, antes abad de Lérins (Francia) y entonces delegado de la Santa Sede para Valdediós; Luigi Ambrogio Rottini, abad presidente de la Congregación Cisterciense de San Bernardo de Italia; Josep María Soler, hoy abad de Monserrat y entonces visitador de la Provincia Benedictina Casinense de España, y Fernando Guimeráes, oficial de la vaticana Congregación del Clero.
Respecto al conjunto de los documentos ahora divulgados, pueden catalogarse en cuatro apartados: la fundación de Valdediós (1992), la primera crisis con el Principado (1994), las exclaustraciones y sus consecuencias (1999), y el proceso de supresión (2006-2009).
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