Toni Fidalgo pasó de colarse en el Suárez Puerta a tener vía libre en todos los campos del mundo. Así estuvo durante más de treinta años hasta que se dejó llevar por la ola que le devolvió a Avilés. Ahora ve el fútbol desde la barrera, pero sigue siendo una parte importante de su vida. Una vida intensa, de la que sólo cambiaría su posición respecto a la pelota: «Si pudiera reencarnarme sería futbolista. Lo cambiaría todo por haber jugado un solo partido con la selección española».
A Antonio Fidalgo Fernández (Avilés, 16 de septiembre de 1952) le nacieron en el barrio de Carbayedo, a tiro de piedra del Suárez Puerta y frecuentado por futbolistas importantes en el Avilés de los 60. Los admiraba subido a las tapias del campo o burlando al portero para colarse sin pagar. Y por semana los imitaba, en el colegio o en el descampado cerca de casa. Así hasta que un compañero de renombre, Alfredo Megido, le convenció para subirse al autobús y pasar unas pruebas en La Toba.
A Fidalgo y Megido les gustaba tanto el balón que a veces abusaban de él. Uno de sus entrenadores, Luis Guardado, se lo hizo pagar en pleno partido: «Perdimos un balón por chupones, nos quedamos discutiendo y nos metieron un gol. De aquélla no se podían hacer cambios, pero nos mandó salir del campo. Prefirió quedarse con nueve». Mientras el físico no fue muy importante, Toni destacó más que Megido. Hasta que, cedido en el Salas por el Ensidesa, llegó a una conclusión frustrante: «Me di cuenta de que no podía ser futbolista, por lo menos en aquellos campos».
Toni se fue a Madrid a estudiar Periodismo y, gracias a Sarmiento Birba, empezó a trabajar en el «As». Tiempos difíciles para un meritorio, sobre todo a la hora de enfrentarse a «huesos» como Di Stéfano, que le negó una entrevista después de viajar expresamente a Valencia: «Un tiempo después, jugando en Vallecas con un equipo de la prensa que dirigía don Alfredo, se me acercó al descanso y me dijo: "Che, vos sabés jugar, la manejás". A partir de aquel día cambió nuestra relación porque ya me consideraba uno de los suyos».
Hasta 1987, la firma de Toni Fidalgo en «As» se vinculó, principalmente, con la selección española en todas las categorías. La Federación se lo reconoció con una distinción por sus 500 partidos, más incluso que José Ángel de la Casa. Con la absoluta cantó muchas batallas victoriosas, pero ninguna guerra. «Desde Argentina-78, la selección para mí fue una frustración. Siempre pasaba algo. Por eso, cuando vi desde casa cómo ganaba la Eurocopa me sentí feliz, pero con un comecome interior por no poder vivirlo más de cerca».
Además de la victoria, Toni se entusiasmó por la forma: «España jugó bien toda la Eurocopa, pero el segundo tiempo del segundo partido con Rusia fue perfecto, una obra de arte. Sólo se le aproxima el Brasil del 70». Se enorgullece de haber aventurado el éxito, en un artículo en LA NUEVA ESPAÑA, en el peor momento de Aragonés. Por eso mismo se atreve a entrar en el debate sobre Raúl, pese al evidente riego de conflicto con su hijo Germán, raulista a muerte: «Ni siquiera creo que Raúl encaje en el concepto de fútbol de esta selección. Es un futbolista de gran entidad, pero ahora que se habla de sus récords pido un respeto para Quini y Di Stéfano, que metieron esos goles en muchos menos partidos. Si Quini hubiera jugado siempre en el Barcelona o en el Madrid hubiese ganados diez o doce Pichichis».
Amancio, en su infancia, y Luis Suárez son sus jugadores de referencia. Los equipos, el Barça actual, el «Dream Team» de Cruyff «y el Madrid de Del Bosque, antes de convertirse en la pasarela Cibeles». Se apoya en sus gustos para desmentir su fama de «blanco»: «Me embelesa el fútbol, pero tiene que ser bueno. Seré de cualquier equipo que juegue bien. Este año, viendo algún partido del Barça, me molestaba hasta el vuelo de un mosquito».
El periodista asturiano acaba de recibir la insignia de oro de la Real Federación Española de Fútbol de manos de su presidente. Natural de Avilés (1952), Antonio Fernández Fidalgo fue futbolista en el Ensidesa, ocupación que dejó para licenciarse en Ciencias de la Información en la Universidad Complutense.
Su desarrollo profesional se inició en el diario ´As´, desde donde ya pasó a la Liga de Fútbol Profesional, donde ha ejercido numerosos puestos. En su día también fue vicepresidente de la Asociación Española de la Prensa. Ahora ocupa el cargo de adjunto a la presidencia de la Liga.
Hombre afable y de trato muy abierto, Fidalgo ha sabido ganarse el reconocimiento del mundo del fútbol, muchas veces lastrado por intereses demasiado ajenos al deporte. El ha intentado que siempre impere la cordura y la seriedad. Es autor de dos libros sobre el fútbol, ´Pasión fútbol´ (1997), con prólogo de Juan Cueto y ´Cincuenta años y un día´ (2000).
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