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domingo, 15 de marzo de 2009

RESEÑA EL LIBRO DE LA FELICIDAD EN AULA DE PAZ CAMIN DE MIERES

El Financiero en línea



El cantante argentino-venezolano Ricardo Montaner hará un recorrido personal a través de sus viajes y los encuentros que le ayudaron a convertirse en la persona que es, indicó en un comunicado el Grupo Nelson, que publicará el libro.


El artista relata anécdotas, como un incidente con un joven llamado Mauricio en un hospital en Montevideo, Uruguay, que cambió su vida, hasta el secuestro "express" del que fue víctima en las calles de Caracas.


Además de una exitosa carrera musical, Montaner, quien está casado y tiene cinco hijos, ha sido reconocido por su trabajo humanitario como embajador de Buena Voluntad de UNICEF y por su obra filantrópica a favor de los niños en Centro y Suramérica.(Con información de EFE/MCH)



Traducido de un original escrito en árabe por orden del propio sultán Murad III (cuyo retrato aparece en el f. 8v), el Libro de la Felicidad es una compilación de distintos tratados de índole científica y astrológica: pronósticos para los nacidos bajo cada uno de los doce signos del zodíaco, ilustrados con espléndidas miniaturas, pronósticos para las distintas situaciones del ser humano según la conjunción de los planetas, unas tablas de concordancias fisonómicas, tablas para la correcta interpretación de los sueños, y un extenso capítulo sobre adivinación con el que cada cual puede pronosticar su suerte.


El mundo oriental se despliega ante nuestros ojos en cada miniatura: personajes misteriosos con extrañas poses, lujosas mansiones y suntuosos palacios, caballeros de porte elegante sobre sus estilizados caballos… También se ha dedicado una sección completa a los seres del imaginario medieval turco, poblado por demonios amenazadores y bestias fantásticas.




No entraremos en la espinosa cuestión de si la felicidad está al alcance del ser humano. Algunos filósofos lo niegan, y como escribe Gustavo Bueno con mucha razón, «la filosofía de la felicidad es una cáscara vacía cuando se ha separado de los contenidos metafísicos que le dieron origen», en tanto que la mayor parte de los demagogos aseguran que conocen el camino recto que conduce a ella: para lo cual es imprescindible darles primero el voto, y después, ya se verá. La manía de la felicidad como programa político es moderna, procede de los ilustrados cuyas teorías dieron lugar a la Revolución francesa, que entre otras cosas meritorias, pretendió imponer la felicidad a tajos de guillotina. Y si en la historia política de la época moderna (finales del siglo XVIII, y siglos XIX, XX y lo que llevamos del XXI) hay algo que se pueda considerar como confirmado es que todos, absolutamente todos los regímenes que se propusieron como meta la felicidad del hombre, le condujeron de manera irremediable a los más vastos infiernos de la desolación, el terror y la desdicha. De esto no debe deducirse que la felicidad sea peligrosa. Es peligrosa si la imponen por decreto ideológico, pero no lo es si la consideramos como objeto de contemplación. En este sentido, la felicidad puede ser algo muy agradable.


Es el caso del «Libro de la felicidad», editado lujosamente por Manuel Moleiro, dentro de su suntuosa y espectacular serie de grandes ediciones facsimilares. El «Libro de la felicidad», al que Moleiro define como de «una exquisitez absoluta», fue compuesto por orden del sultán Murad III, un soberano refinado que se rodeó de artistas y sabios, de astrónomos y cartógrafos, de poetas y físicos, de adivinadores y de miniaturistas, y de un numeroso y prolífico harén: a las mujeres del harén debe el exceso de ciento diez hijos (siete de ellos nacidos después de su muerte), y a sus artistas, poetas e iluminadores la joya de este «Libro de la felicidad», del que estaba tan satisfecho que se hizo hojeándolo, lujosamente vestido como «padishab» o señor del universo que mira absorto dos ilustraciones, como si fuera el Creador que antes de retirarse a descansar contempla y aprueba su obra.






A pesar del esplendor de algunas de sus obras, el reinado de Murad III, de 1574 a 1595, ya da muestras de decadencia: el Imperio otomano ha sido detenido en Lepanto y no volverá a ser lo que había sido bajo los reinados de Selim I, Soliman el Magnífico y Selim II, padre de Murad. Para entender la obra de Murad III es imprescindible conocer su época, que explican con eficacia Miguel Ángel y Bunes y Evrim Türkçelik, con lo que al tiempo que se disfruta con la contemplación el libro se puede hacer un recorrido por la historia otomana del siglo XVI, que es en buena parte también la de la Europa danubiana y balcánica y la del Mediterráneo hasta los estrechos de Italia. Parte de esa historia la estamos viviendo todavía en las convulsiones balcánicas. Siendo el Imperio otomano una de las potencias rectoras del mundo en aquella época, era de esperar que la Sublime Puerta fuera un foco difusor de cultura. Los motivos por los que la cultura de los otomanos no pudo extenderse con tanta eficacia como la de las naciones emergentes de la Europa occidental son variados y complejos. También son complejas las fuentes culturales de una obra tan vasta como el «Libro de la felicidad», entre las que se cuentan el Corán, las «1.001 noches», el «Libro de las maravillas» de Marco Polo, el «Libro de las natividades», de Albumasar, el «Libro de los espasmos», y de manera muy significativa, el «Iskendername» o Vida de Alejandro Magno, un personaje histórico para los europeos y legendario para los orientales, lo que explica su influjo poderoso y variado sobre las literaturas árabe, persa y turca. Se trata, por tanto, de una obra enciclopédica, e incluso multicultural, ya que, según Moleiro, «las numerosas representaciones de iglesias cristianas invitan a pensar que tuvo que haber un texto que describía los prodigios de los edificios cristianos en todo el mundo. Esta abundancia de iglesias en un libro realizado a instancias del sultán y califa Murad III da a entender que durante el Sultanato las relaciones entre musulmanes, cristianos y judíos eran fluidas». El intercambio de códices, manuscritos y mapas debió de ser muy habitual y los mitos interculturales son más que evidentes. Así, la leyenda del valle de los diamantes y las piedras preciosas aparece ya en el Atlas de 1375 de los judíos mallorquines Abraham y Jafuda Cresques, que sitúan la escena en los montes de Baldasia. Procede apuntar aquí que las influencias y extensión del relato de Simbad son muy extensas: de una parte procede de la Odisea, de otra relata episodios como el de la ballena confundida con una isla que también figura en la leyenda céltica de San Brandán.


El «Libro de la felicidad», además de la riqueza y belleza de sus textos, y de la variedad de tablas y saberes que contiene (sobre los movimientos de los siete cielos, sobre la fisonomía, sobre la situación de los doce imanes, sobre la distancia de la luna a la luz de cada una de las constelaciones, sobre los sueños, las estaciones y la noche, etcétera), es un prodigio de colores y de figuras maravillosas, de arquitecturas magníficas, que unas veces parecen surgir de sueños apacibles y otras de pesadillas.







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