Ángel Jiménez Lacave, izquierda, y Ángel García Prieto.
«Lo que intentamos combatir es la introducción de la eutanasia en la sociedad. La vida es un derecho al que no podemos renunciar cuándo y cómo queramos». Así de rotundo se mostró Jesús Bernal, profesor de Derecho Penal de la Universidad de Oviedo, y miembro de la Asociación de Profesores Universitarios Santa Catalina, durante la presentación del manifiesto «La eutanasia: perspectiva ética, jurídica y médica». Un documento elaborado por un grupo interdisciplinar de profesores de varias universidades de Madrid. El anuncio por parte del Gobierno de la creación de la ley de Autonomía del Paciente», y la posibilidad de modificar el Código Penal, ha hecho que surjan estas manifestaciones y estos documentos en contra. «El artículo del Código Penal que se quiere modificar», afirma Bernal, «es el 183, el que castiga la cooperación e inducción al suicidio. Con la nueva ley, la eutanasia se legalizaría y desmitificaría este delito, además de aprobar un derecho a la muerte que abriría la puerta a otras acciones como el suicidio, o la muerte de una persona cuando ella o su familia lo decida, sin que nadie pueda opinar».
El doctor Ángel Jiménez Lacave, y Francisco Javier García Alonso, miembros de la misma asociación, acompañaron a Bernal en un acto en que reivindicaban, sobre todas las cosas, «el derecho a una muerte natural y digna frente a la eutanasia, o una muerte prematura para evitar vivir con dolor», comentaba el doctor Lacave. Pero, ¿qué se entiende por una muerte natural sin dolor? «Cuando un paciente lleva uno o varios tratamientos, y ya no responde a los mismos, seguir poniéndole más tratamientos, a sabiendas de que seguramente no den resultado, sería un ensañamiento terapéutico. Cuando consideras que no hay que luchar más por la enfermedad, y lo comentas con el paciente o su familia, decides cortar el tratamiento y dedicarte exclusivamente a que el enfermo se encuentre lo mejor posible y no sufra, atenderle en todo lo posible con los medios de los que disponemos», asegura Lacave.
Tanto médicos como juristas apoyan el testamento vital, que es la posibilidad que tiene el enfermo de decidir el tratamiento médico que quiere o no quiere recibir durante su enfermedad, «aunque no puede solicitar que se le aplique la muerte para evitar el sufrimiento», matiza el doctor Bernal. Los profesionales que apoyan el manifiesto no consideran al testamento vital un atentado contra la vida, pero sí la eutanasia.
Ante la posibilidad de poder practicarla, Lacave lo tiene claro: «Hay que aplicar el sentido común. Los médicos no estamos para matar a nadie, lo juramos en el código deontológico, así que deberían buscar profesionales para practicar otro tipo de muerte que no sea una muerte natural y digna». Los partidarios de este manifiesto sobre la eutanasia, pueden adherirse al mismo visitando la página web www.defensamuertenatural.org, que ya lleva más de cuatrocientas visitas de científicos y profesores universitarios de diversas regiones españolas que respaldan su propuesta.
LA gente está allí con su miedo, a veces con sus lágrimas, siempre con su dolor. Allí todos son suspiros del alma y de la carne. Y allí, yendo y viniendo (además de los extraordinarios médicos, ATS y auxiliares) está la figura de un hombre con gafas, boca delicada, corbata suelta y ojos escuchantes. Es el doctor Lacave, jefe de Oncología del Hospital Central de Asturias. Don Ángel llegó a esta tierra hace años, y aquí fue abriendo camino y prestigiando un servicio, hasta conseguir hacer de él uno de los mejores de España. Desde entonces, este médico riojano vive en ese remolino lleno de gente amenazada, para la que él y su equipo disponen de un arsenal terapéutico; de un haz apretado de dardos dirigidos al corazón de ese pájaro siniestro que cubre, con su sombra mala, la vida de niños y mujeres, de viejos y jóvenes.
Ante la visión cerrada y trágica del mundo y el derrocamiento de cualquier valor, el doctor Lacave no ha abandonado su visión específica de lo humano y su cosmovisión cristiana de la vida. Por eso confiarse a su mano, cuando la vida nos introduce por el angosto sendero, es encontrarse con un médico creyente, luchador, brillante, grave y conmovedor. En su consulta puede uno hallar de todo: la conversación entrañable, la ciencia sin vanidad, la mirada profunda, la amigable sonrisa, el silencio y a veces (también a veces) las lágrimas.
En esas intensas mañanas del pabellón A, el doctor Lacave mira la cara profunda, la llaga secreta de la gente. Se levanta una y otra vez, busca análisis, escribe párrafos, calla o dice: «Va bien». Mientras, en la sala contigua y rebosante, está la gente esperando en silencio. Ojos mirando a otros ojos, pechos traspasados, cabezas en desnudez desolada. Allí un estudiante, una anciana, un caballero, allí una mujer hermosa y el doctor La-cave y su equipo llamando, una y otra vez, a la esperanza.
«La cultura de la vida, eutanasia y legalidad» fue el título del coloquio en el que participaron ayer los médicos Ángel García Prieto, psiquiatra y escritor, y Ángel Jiménez Lacave, oncólogo, que estuvo precedido de un documental que mostró diferentes aspectos de la aplicación de la eutanasia en Holanda. El acto se celebró en el Club Prensa Asturiana LA NUEVA ESPAÑA.
La referencia a la joven italiana Eluana Englaro, en coma desde 1992, que murió el pasado lunes tras serle suspendida la nutrición e hidratación, marcó el inicio del debate. «Estamos ante un tema al límite, pero claramente de eutanasia pasiva porque no se pusieron los medios necesarios para mantener a la joven con vida», señaló el doctor García Prieto.
A renglón seguido el psiquiatra matizó que la eutanasia pasiva no es otra cosa que omitir una serie de cuidados mientras la activa pasa generalmente por una inyección letal.
En el coloquio, en el que participaron algunos de los asistentes que llenaban el salón de actos, surgió también el asunto de la denominada «muerte digna». Pero, ¿dónde está el límite de la dignidad? Con esta tarea lidió el doctor Lacave, que conoce, por su trabajo cotidiano, lo que es lidiar con la muerte. Muchos de sus enfermos del Hospital Central Universitario de Oviedo son enfermos terminales. A su juicio, el eufemismo «muerte digna» se puede transformar fácilmente en un arma de doble filo. Puso este ejemplo:
«En Holanda, el primer país que legalizó la eutanasia, se aplican dosis excesivas de morfina a muchos enfermos terminales sólo para que los médicos no tengan que informar a una comisión. Oficialmente, producen unas cuatro mil muertes al año incluso a enfermos que no la pidieron. Los médicos actuaron según su criterio, suponemos que para darles una muerte digna; pero posiblemente algunos no la deseaban», explicó el prestigioso oncólogo, al tiempo que procedía a explicar sus vivencias.
«Mi experiencia es que los enfermos no piden la eutanasia, a lo que les ayuda el cariño de los médicos y enfermeras. Lo único que desean es una atención humana y competencia profesional; al menos ésa es la sensación que tengo en el corazón y en la cabeza». Dicho esto, dejó muy claro que «en ningún momento es misión del médico acelerar la muerte de un paciente, tanto por vocación como por formación».
En este sentido, Ángel García Prieto puntualizó que el deseo de muerte se manifiesta en muchos deprimidos, «pero a lo largo de la vida sólo un cinco por ciento de la población manifiesta algún sentimiento de desear la muerte».
Siguiendo con la eutanasia el psiquiatra y escritor se refirió a la objeción de conciencia de los médicos en el caso hipotético de que esta práctica se llegara a aplicar en España. «Si se hace una ley de eutanasia, que se cree un cuerpo de matarifes, pero que no nos obliguen a los médicos a practicarla», advirtió el doctor García Prieto, mientras Lacave añadía: «La eutanasia va en contra de los hospitales».
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